Desde su estreno el pasado 28 de marzo, Ready Player One se ha convertido en líder de taquilla prácticamente en todo el mundo. Y es que la película de ciencia ficción dirigida por Steven Spielberg y basada en el best seller de Ernest Cline ha entusiasmado a crítica y público por igual con una historia que cautiva desde el principio y que va in crescendo hasta el apoteósico final.
La realidad es tan dura en un futuro distópico ambientado en el año 2045 que todo el mundo pasa el tiempo con visores de realidad virtual para sumergirse en un videojuego en el que pueden ser y hacer lo que quieran. OASIS es el nombre de ese lugar mágico en el que el joven huérfano Wade Watts sorteará toda clase de peligros transformado en un avatar llamado Parzival para lograr ganar el concurso creado por el difunto creador de ese universo, un tipo excéntrico y multimillonario de nombre James Halliday. Quien consiga alcanzar el ansiado Huevo de Pascua se hará con el control de OASIS y ganará una fortuna.
Ready Player One es ante todo un filme con el que el rey Midas de Hollywood explota ese niño que lleva dentro y con el que realiza un viaje nostálgico por el cine, la música, las series, los cómics y los videojuegos que forman parte de la cultura pop. Dos horas y veinte minutos de un largometraje trepidante que arrastra al espectador a formar parte de una fantasía única con numerosas referencias más o menos explícitas. Intentaremos nombrar desde los easter-eggs más evidentes hasta los más recónditos, aunque lo cierto es que probablemente necesitaríamos más de un segundo visionado para cazar todos los que aparecen por esta cinta protagonizada por Tye Sheridan, Olivia Cooke, Simon Pegg y Ben Mendelsohn.
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